EL NILO
¡pero eso sí! –con inglesas
hambrientas de exotismo y de sol
con sonrisas letárgicas
que nos consuelan de la ausencia
de ese anfibio de talabartería.
pero con olas de arena
con formas animales
que dormitan al sol;
lleno de barcas con alas de gaviota,-
y sobre las márgenes:
caravanas de dromedarios
oasis de palmeras
aldeas miméticas que se confunden con el
desierto.
Arenales habitados tan solo por ejércitos
de ibis.
Toda la vida en el reflejo del sol
sobre la fuerza de los árboles, del arenal,
del agua.
Dicha mansa y tranquila,
de sentir los pies calientes por el sol
como si fuera nuestro perro
y tener la conciencia sin una idea, sin una nube.
Y sentirse satisfecho porque los árboles son
bellos y tranquilos,
porque se destacan en la pureza de un
cielo azul azul (hasta dar vergüenza)
El río es un pedazo de cielo más
y las mujeres semidesnudas tienen
el mismo color de la arena.
¡Son admirables los círculos que
describe un pájaro
que va a apoyarse sobre un poste con
una destreza y una liviandad que
consterna!
y hay en la cadencia de su paso una
tranquilidad tan grande
que algo de beatífico nos penetra.
Plena satisfacción de sentirse vivir tanto
que ya nos parece que no es vida.
Bondad de no sentir la necesidad
de satisfacer ningún deseo
inclusive de todo ímpetu
en el reposo de un instante de
eternidad
que es plenitud de vida
y que tiene algo de muerto
y pregusto de muerte.
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