sábado, 28 de julio de 2007

CÉSAR VALLEJO, el Gran Cholo


Nacido en la localidad andina de Santiago de Chuco, Perú, el 16 de marzo de 1892, de descendencia indígena y menor de once hermanos, César Abraham Vallejo Mendoza, el "gran cholo" como le dicen en su país, es uno de los mayores poetas de la lengua castellana.
En 1910 se anota en la Facultad de Letras de la Universidad Nacional de Trujillo, pero luego tendría que abandonar por carencias económicas. Comienza a trabajar ayudando a su padre como gobernador y abogado y más tarde en las minas de Quiruvilca, momento de su vida que recordará en su novela El Tungsteno. También ejerció la docencia para poder terminar sus estudios.
Se recibe en 1915, presenta su tesis El Romanticismo en la Poesía Castellana y comienza a frecuentar el grupo de bohemios de Trujillo El Norte.
En 1917 conoce a su segunda pareja, "Mirto" Zoila Rosa Cuadra, por la que se dice, Vallejo intentó suicidarse. De todas formas, luego del desengaño parte a Lima.
"¿Usted cree, señor Vallejo, que colocar una imbecilidad encima de otra es hacer poesía?" le dijo Clemente Palma cuando llegó a la capital. Sin embargo César no se desanimó y conoció, entre otros, a Manuel González Prada, quien en aquellos días era considerado un maestro por la mayoría de los jóvenes. Continúa en la capital también, su tarea docente. Edita en 1919 su primer poemario Los Heraldos Negros que a pesar de las críticas de Palma, recibe una buena respuesta del ambiente literario peruano.
En 1920 fallece su madre y vuelve a Chuco, donde es injustamente apresado durante 105 días, acusado de provocar un incendio y saquear una casa. Es en la cárcel donde escribe la obra por excelencia de la vanguardia latinoamericana: Trilce.
En 1921, luego de salir de prisión, parte hacia Lima nuevamente, ya que su cuento Mas Allá de la Vida y de la Muerte es premiado. Un año más tarde, en 1922, Antenor Orrego, líder del grupo El Norte, decide editar Trilce, aunque la crítica no sabe muy bien qué decir, ya que no comprenden el rumbo que ha tomado la poesía de Vallejo. El editor, Orrego, opinaba refiriéndose a César: "a partir de este sembrador, se inicia una nueva época de la libertad, de la autonomía poética, de la vernácula articulación verbal" y no estaba equivocado.
Con el dinero que le debía el Ministerio de Educación parte en viaje a Europa, de donde ya nunca regresaría. El 13 de Julio de 1923 desembarca en París. Cumplió tareas de periodista y de traductor para ganarse el pan, casi siempre insuficiente. En aquellos años traba amistad con grandes exponentes como Pablo Neruda, Vicente Huidobro y Tristan Tzára -fundador del Dadaísmo-.
En 1928 es miembro fundador de la Célula Marxista-Leninista Peruana de París. En 1927 conoce a su última esposa, Georgette Phillipart y viaja a la URSS, sobre la que publica libros testimoniales.
A fines del 30´ es expulsado de Francia por comunista y parte hacia España. El gobierno español le concede una modesta beca para escritores. Retorna a París y después parte a Rusia para participar en el Congreso Internacional de Escritores Solidarios con el Régimen Soviético. Nuevamente regresa a París y se casa con Georgette en 1934. Se adhiere al Partido Comunista del Perú fundado por Mariátegui. En 1937 Vallejo y Neruda fundan en España el “grupo hispanoamericano de ayuda a España”.
En marzo de 1938 sufre de agotamiento físico. El 24 es internado por una enfermedad desconocida, que entra en crisis el 7 y el 8 de abril. Fallece el 15 de abril, un viernes santo con llovizna en París, pero no un jueves, como escribió en un poema famoso. Se le realiza un embalsamiento. Su elogio fúnebre estuvo a cargo de Louis Aragon. El 19 de abril sus restos son trasladados a la Mansión de la Cultura, más tarde al cementerio de Moutrouge y finalmente, el 3 de abril de 1970 es llevado al cementerio de Montparnasse donde descansa hasta el día de hoy.







XXXIV


Se acabo el extraño, con quien, tarde
la noche, regresabas parla y parla.
Ya no habrá quien me aguarde,
dispuesto mi lugar, bueno lo malo.

Se acabo la calurosa tarde,
tu gran bahía y tu clamor, la charla
con tu madre acabada
que nos brindaba un té lleno de tarde.

Se acabo todo al fin... las vacaciones,
tu obediencia de pechos, tu manera
de pedirme que no me vaya fuera.

Y se acabo el diminutivo, para
mi mayoría en el dolor sin fin,
y nuestro haber nacido así sin causa.

Trilce


II


Tiempo Tiempo.

Mediodía estancado entre relentes.
Bomba aburrida del cuartel achica
tiempo tiempo tiempo tiempo.


Era Era.

Gallos cancionan escarbando en vano.
Boca del claro día que conjuga
era era era era.


Mañana Mañana.

El reposo caliente aún de ser.
Piensa el presente guárdame para
mañana mañana mañana mañana


Nombre Nombre.

¿Qué se llama cuanto heriza nos?
Se llama Lomismo que padece
nombre nombre nombre nombrE.

Trilce



IX


Vusco volvvver de golpe el golpe.
Sus dos hojas anchas, su válvula
que se abre en suculenta recepción
de multiplicando a multiplicador,
su condición excelente para el placer,
todo avía verdad.

Busco volvver de golpe el golpe.
A su halago, enveto bolivarianas fragosidades
a treintidós cables y sus múltiples,
se arrequintan pelo por pelo
soberanos belfos, los dos tomos de la Obra,
y no vivo entonces ausencia,
ni al tacto.

Fallo bolver de golpe el golpe.
No ensillaremos jamás el toroso Vaveo
de egoísmo y de aquel ludir mortal
de sábana,
desque la mujer esta
¡cuánto pesa de general!

Y hembra es el alma de la ausente.
Y hembra es el alma mía.



Trilce


Poema VIII


Aquí,
Ramón Collar,
prosigue tu familia soga a soga,
se sucede,
en tanto que visitas, tú, allá, a las siete espadas, en Madrid,
en el frente de Madrid.

¡Ramón Collar, yuntero
y soldado hasta yerno de tu suegro,
marido, hijo limítrofe del viejo Hijo del Hombre!
¡Ramón de pena, tú, Collar valiente,
paladín de Madrid y por cojones; Ramonete,
aquí,
los tuyos piensan mucho en tu peinado!

¡Ansiosos, ágiles de llorar, cuando la lágrima!
¡Y cuando los tambores, anda; hablan
delante de tu buey, cuando la tierra!

¡Ramón! ¡Collar! ¡A tí! ¡Si eres herido,
no seas malo en sucumbir!; ¡refrénate!
Aquí,
tu cruel capacidad está en cajitas;
aquí,
tu pantalón oscuro, andando el tiempo,
sabe ya andar solísimo, acabarse;
aquí,
Ramón, tu suegro, el viejo,
te pierde a cada encuentro con sui hija!

¡Te diré que han comido aquí tu carne,
sin saberlo,
tu pecho, sin saberlo,
tu pie;
pero cavilan todo en tus pasos coronados de polvo!

¡Han rezado a Dios,
aquí;
se han sentado en tu cama, hablando a voces
entre tu soledad y tus cositas;
no sé quién ha tomado tu arado, no sé quién
fue a ti, ni quién volvió de tu caballo!

¡Aquí Ramón Collar, en fin, tu amigo!
¡Salud, hombre de Dios, mata y escribe!


España, aparta de mí este cáliz



PIEDRA NEGRA SOBRE UNA PIEDRA BLANCA


Me moriré en París con aguacero,
un día del cual tengo ya el recuerdo.
Me moriré en París -y no me corro-
talvez un jueves, como es hoy de otoño.

Jueves será, porque hoy, jueves, que proso
estos versos, los húmeros me he puesto
a la mala y,
jamas como hoy, me he vuelto,
con todo mi camino, a verme solo.

César Vallejo ha muerto, le pegaban
todos sin que él les haga nada;
le daban duro con un palo y duro

también con una soga; son testigos
los días jueves y los huesos húmeros,
la soledad, la lluvia, los caminos…


Poemas Humanos



LOS HERALDOS NEGROS


Hay golpes en la vida, tan fuertes… Yo no sé!
Golpes como del odio de Dios; como si ante ellos,
la resaca de todo lo sufrido
se empozara en el alma… Yo no sé!

Son pocos; pero son… Abren zanjas oscuras
en el rostro más fiero y en el lomo más fuerte.
Serán talvez los potros de bárbaros atilas;
o los heraldos negros que nos manda la Muerte.

Son las caídas hondas de los Cristos del alma,
de alguna fe adorable que el Destino blasfema.
Esos golpes sangrientos son las crepitaciones
de algún pan que en la puerta del horno se nos quema

Y el hombre… Pobre… pobre! Vuelve los ojos, como
cuando por sobre el hombro nos llama una palmada;
vuelve los ojos locos, y todo lo vivido
se empoza, como charco de culpa, en la mirada.

Hay golpes en la vida, tan fuertes… Yo no sé!


Los Heraldos Negros



MASA


Al fin de la batalla,
y muerto ya el combatiente, vino hacia él un hombre
y le dijo: "No mueras, te amo tanto!"
Pero el cadáver ¡ay! siguió muriendo.

Se le acercaron dos y repitiéronle:
"No nos dejes! ¡Valor! ¡Vuelve a la vida!"
Pero el cadáver ¡ay! siguió muriendo.

Acudieron a él veinte, cien, mil, quinientos mil,
clamando: "¡Tanto amor y no poder nada contra la muerte!"
Pero el cadáver ¡ay! siguió muriendo.

Le rodearon millones de individuos,
con un ruego común: "¡Quédate, hermano!"
Pero el cadáver ¡ay! siguió muriendo.

Entonces, todos los hombres de la tierra
le rodearon; les vió el cadáver triste, emocionado;
incorporóse lentamente,
abrazó al primer hombre; echóse a andar...

España, Aparta de mí éste Cáliz




Poesía

1919- Los heraldos negros
1922- Trilce
1936- Nómina de huesos
1937- España, aparta de mí esta caliz
1937- Sermón de la barbarie
1939- Poemas humanos

Ficción

1923- Escalas melografiadas, talleres tipografia de la penetenciaria (cuentos)
1931- El Tungsteno (novela)
1931- Hora del hombre (novela)



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